domingo, 21 de mayo de 2017

Una oportunidad para el lobo y el Coyote

Todos tenemos imaginarios sobre aspectos particulares de la vida. Formas de ver el mundo que hemos venido aprendiendo y consolidando con las experiencias personales y los patrones que la sociedad muchas veces nos impone.

Un caso particular son los personajes de cuentos infantiles o programas de televisión que crean poderosas construcciones mentales que llegan a configurar “verdades” y respuestas naturales cuando se confiesan realidades concretas de la vida.

Uno de ellos es caperucita roja y el famoso lobo feroz. La versión que se ha consolidado en nuestra mente y recuerdo, es la vista de Caperucita donde el lobo termina siendo un villano que acaba con la vida de uno de los personajes para engañar a nuestra hermosa niña del bosque. Pero, ¿hemos escuchado la versión del lobo? ¿Tendrá una vista distinta el lobo de este cuento tan conocido? Posiblemente si, y tal vez el lobo sea un damnificado de una provocadora acción de la niña caperucita, con lo cual nuestra percepción del final de la historia puede cambiar.

Cuando logramos disminuir la voz de la contraparte, que tiene algo que decir o complementar e imponemos el discurso de una sola voz, estamos ahogando una posibilidad, una fuente que enriquece la vista panorámica de la realidad de la cual participamos.  Opacar la voz del otro, es perdernos de un punto de vista que nos permite revelar una postura inexplorada que puede y debe ser parte de la reconstrucción del contexto particular donde actuamos.

Otra de las figuras en contraste son el coyote y el correcaminos, dos especímenes que hacen parte de una relación ecológica de cazador y presa. Mientras el correcaminos parece contar con toda la suerte y posibilidades del mundo, el coyote se configura como un planeador, calculador y emprendedor que insiste, persiste y nunca desiste de su objetivo: atrapar al “correcaminos”. Un eterno cazador que nunca concluye su labor.

Bajo este contexto muchos aplauden la realidad del correcaminos, su agilidad, su capacidad de evasión y la visión anticipadora que tiene. Sin embargo, habría que hacerle una entrevista al coyote para que nos ilustre de dónde saca su ingenio, cómo se motiva cada vez luego de un intento fallido, cómo logra siempre poder ubicar a su presa y sobremanera cómo desarrolla y elabora las sofisticadas apuestas tecnológicas y prácticas, finamente calculadas para tratar de atrapar al correcaminos, situaciones que, en últimas, representan la realidad de muchas personas que insisten, persisten y nunca desisten para alcanzar sus metas y sueños.

Tanto el coyote como el lobo, son personajes que tienen una carga negativa pesada, que ha sido reiterada en nuestro imaginario y que, sin embargo, tienen una historia particular que merece ser contada. Es momento de darle la oportunidad y la voz al lobo y al coyote para cuenten su historia, que nos enseñen de su capacidad para superarse a sí mismos y nunca abandonar sus retos.

Estos dos personajes, revelan aquellas realidades y desafíos que no han sido contados, el secreto de la pedagogía del error, de la posibilidades y contextos que están latentes en nuestras vidas; una apuesta complementaria que nos habla de caminos inciertos de un lobo en el bosque y la creatividad de un coyote que vive y descubre cada día el desierto.

Caperucita y el correcaminos son personajes de la fantasía del éxito, que han merecido nuestra atención y reconocimiento. Es hora de retomar los inciertos del lobo y los retos del coyote, como personajes reales que se identifican con nuestra propia humanidad, esa, que día a día construye sus propias oportunidades, en medio contradicciones y verdades parciales.

"Démosle la oportunidad al lobo y el coyote para contar su versión, después de todo, quizá algo podríamos aprender o desaprender de ellos".


El Editor.

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