Se requiere perderse en algún momento para
encontrarse con su propio potencial. Cuando el ser humano se encuentra consigo
mismo se advierte que existe una condición particular de incertidumbre,
inestabilidad y contradicción que moviliza sus expectativas hacia lugares
inesperados. Lo impredecible saca al hombre de su zona cómoda y reactiva su
capacidad de sabiduría y entendimiento que, por circunstancias, muchas veces
conocidas, entran en estado de hibernación profunda y ceguera conceptual.
Los seres humanos vienen equipados con dones y
virtudes que se manifiestan en cada momento de verdad, en cada reto y condición
adversa que enfrentan. Elementos que viven activos en los individuos bajo la superficie
de lo inédito y cambiante, como posibilidad latente, que sólo espera una
oportunidad para revelarse y demostrar el poder de transformación que tiene
tanto para su entorno, como para su vida personal. La capacidad de
supervivencia y la resiliencia de los humanos, es una experiencia que supera
los límites autoimpuestos y concreta una vista de la realidad distinta a la
esperada.
El mundo que conocemos es parte de una construcción,
muchas veces sutilmente impuesta y pocas veces compartida, de una forma de
comprender y darle sentido a la realidad. Arriesgarse a cambiar el patrón, a
descubrir una nueva posibilidad o definir una forma alterna de decodificarla,
genera una contradicción dentro de los modelos vigentes que genera una
discontinuidad que afecta el sistema. Una formulación hacia una dimensión
desconocida que, por demás siendo inesperada, hace que los acuerdos sobre lo
conocido, se resquebrajen por nuevas respuestas parciales que elaboran y
proponen hipótesis novedosas antes inexploradas.
Si vivimos en un mundo de tres dimensiones y
alguien nos habla de uno de cuatro, cinco o más dimensiones, entramos en
crisis, sentimos que lo que conocemos no responde a lo que ocurre o tal vez nos
negamos a la posibilidad de tener estas opciones. Si aceptamos la segunda, la
vida mantiene una inercia que reivindica el modelo vigente, protegiendo el
paradigma expuesto, desvirtuando cualquier aproximación que atente contra la
estabilidad del mismo. Si experimentamos la inestabilidad de la posibilidad, no
habrá más remedio que “caminar y hacer camino al andar”.
Cuando el hombre se pierde, es decir, es capaz de
distinguir entre la tiniebla o en medio de la complejidad del entorno, aquello
que no es visible a los otros y construir una ruta conectando puntos de la
realidad más allá de la respuesta conocidas, las posibilidades de éxito o
fracaso, quedan al margen, pues lo que interesa es la acción misma que
construye la novedad, la experiencia de asombro por donde el hombre transita y
la transformación que surge en su interior.
Por tanto, si quieres alcanzar tu potencial debes
concretar un espacio psicológicamente seguro para experimentar, para
equivocarte de forma deliberada y sobre manera para superar la pedagogía del
éxito que condiciona a la persona y detiene su capacidad creadora. El potencial
es una fuerza que vibra en el interior de cada hombre, la promesa de plenitud
que hace de seres ordinarios, humanos extraordinarios.
Cuando te digan que “tienes potencial”, la expresión
no habla de tu competencia, o de lo logros y aplausos alcanzados, sino de tu
capacidad para distinguir, movilizarte y comprender las lecturas inestables
creadas por otros, que no son más que un particular interés calculado para
transferir una preocupación de unos, en la realidad de otros. El potencial, por
tanto, es una lectura en clave trascendente de un sueño posible, que se
construye basado en criterios de máximos y no en acciones de mínimos.
El Editor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario