domingo, 26 de abril de 2015

Confianza

Muchas son las definiciones de confianza, muchos los estudios que se han hecho sobre esta palabra, pero solo en el ejercicio diario del mundo, es donde halla sentido la expresión misma de la confianza. Confiar, de alguna manera implica esperar, tener fe que la contraparte se va a comportar de acuerdo a lo esperado, una apuesta sobre un entendimiento que se reconoce compartido y cuya fuerza radica en el cumplimiento de una expectativa particular.

Luhmann (1996, p.49) afirma que: “cualquiera que confía tiene que estar preparado para aceptar los riesgos que implica. Debe tener en claro aunque sea solamente para tranquilizarse, que no está confiando incondicionalmente, sino más bien dentro de límites y en proporción a expectativas racionales y específicas”. Esta afirmación de este académico, revela la contraparte natural de la confianza, aceptar los riesgos que implica confiar.

Confiar no es firmar un cheque en blanco, es concertar una expectativa, descubrir la esencia de los significados del otro y verse allí reflejado, para luego situar las condiciones que me hacen vincularme con el proyecto del otro. La confianza se basa en el conocimiento y convivencia de dos o más personas, una propiedad que se construye con base en la sintonía de visiones y creencias que, si bien, no son necesarias que se compartan, basta que se vivan y transmitan en cada palabra y expresión del otro.

Cuando una persona declara que confía en otro, inevitablemente acepta el hecho de la fragilidad humana y los eventos inesperados, los cuales generan tensiones entre los participantes. Dicha tensión será mayor si tiene conocimiento limitado del otro y menor si existe una historia previa de situaciones compartidas. En este sentido, la confianza es un proceso de aprender y desaprender quiénes somos y qué queremos cuando comunicamos nuestras experiencias con otros.

En un mundo dominado por posiciones empresariales, por logros y reconocimientos, las fallas y debilidades humanas, constituyen agentes que erosionan la confianza y comprometen la imagen de las personas. Son situaciones que provocan retiros importantes de la cuenta de confianza de los ejecutivos, los cuales no tienen otro parámetro de medida y virtud, pues de igual forma ellos se ven afectados por los impactos de los errores que se cometen.

Así las cosas, confiar de manera abierta y responsable, implica acercarme a la red de significados del otro y fundir mis esperanzas con las suyas, para que juntos puedan aprender del ejercicio de superar sus propias certidumbres y abrirse de manera conjunta a esperar construir desde la inevitabilidad de la falla. Esta declaración contradice la lectura del confiar que hemos conocido, pues somos fruto de la pedagogía del éxito, de las conquistas de las certezas y las acreditaciones con resultados esperados, aun sabiendo que somos materia frágil y proclive a lo menos sano y bienaventurado.

La confianza, si bien disminuye la complejidad en las interacciones con otros, es una actitud que se aprende, es decir, una evaluación afectiva, una predisposición efectiva que acerca o distancia del otro, que es afectada por los resultados que de ella se desprenden, para entrar en la sintonía con esa otra realidad. Por tanto, confiar pone de manifiesto a la persona misma en toda su dimensión para nutrir un juico y un criterio que ha sido interpretado, categorizado y ordenado alrededor de coordenadas de valores expuestos que gravitan sobre un imaginario compartido.

El Editor.

Referencia
Luhmann, N. (1996) Confianza. Madrid, España: Anthropos.

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