domingo, 22 de marzo de 2015

Tres principios

Parece que vivimos atrapados en un juego de contradicciones. La necesidad de tener una vida sobresaliente, pero al mismo tiempo moderada y prudente; queremos tener el respeto de los otros, sin embargo, muchas veces no lo otorgamos como es debido; queremos una vida de abundancia, pero no queremos trabajar para que eso ocurra. Estas afirmaciones nos ponen en una encrucijada de vida que parece no dejar espacio para puntos medios o vistas balanceadas.

Norman Drummond, nos dice en su libro, “El poder de tres”, que en la vida debemos mantener tres principios, en los cuales las contradicciones se disipan y las presiones se alivian: 1) la persona antes que el procedimiento, 2) la sabiduría antes que el conocimiento y 3) la integridad antes que la política.

La persona antes que el procedimiento, es volver la mirada sobre los individuos, sobre sus necesidades y retos. Es reconocer que las reglas y normas están para mantener un orden y orientación para un conjunto social, pero no para volverse el estándar de estricto cumplimiento que ahoga a la persona, cosifica sus sentimientos e ilusiones y sobre manera encuadra sus deseos y retos. Los procedimientos son declaraciones que indican la forma de hacer una actividad en condiciones adecuadas y ajustadas a los niveles de riesgo permitidos por una organización, sin perjuicio que las necesidades y derechos de los individuos tengan prioridad.

No es posible que al advertir una situación que comprometa la seguridad, higiene, honra, bienes o derechos individuales, no se pueda actuar, porque no hay una autorización que seguir, una indicación gerencial que obedecer o una norma que aplicar. Es probable que, como en la milicia, se llegue a comprometer su siguiente ascenso o promoción, sin embargo habrás privilegiado un bien superior, una vista trascendente que hizo la diferencia para unos pocos. ¿Cuándo llegue el momento estarás dispuesto a hacer lo que corresponde, conociendo de antemano sus consecuencias?

La sabiduría antes que el conocimiento, Drummond la define la sabiduría como “la capacidad de darse cuenta de qué es lo que vale en la vida, de reconocer la interconexión fundamental de todas las personas y todas la cosas, y de hacer uso de este reconocimiento para elegir y tomar decisiones”, una visión sistémica del mundo que mantiene a un observador de la realidad conectado con su vida interior y la forma como transforma su realidad exterior. El conocimiento te permite recabar información y establecer dominios de saber que revelan variables claves del mundo; la sabiduría te permite ver los patrones y las conexiones relevantes para indicar un camino, una ruta que te llevará al siguiente nivel de evolución.

Tener mucho conocimiento de sobre el mundo, no me habilita para verlo como es, sólo me permite caracterizar los fenómenos que ocurren con una baja capacidad para explicarlos. El sabio ve en el mundo una oportunidad para conocer, un tesoro escondido que descubrir, una aventura que surge en su mundo interior, para ver en perspectiva, actuar con cuidado, y discernir con claridad el nuevo paso que dará, para volverse a sorprender y dar cuenta de nuevas experiencias que transformarán la dinámica del mundo.

La integridad antes que la política. Si entendemos la política en su connotación negativa, como las dobles agendas, motivos ocultos y acciones convenientes, estamos en una ruta de oscuridad, que de manera silenciosa degrada al ser humano y todo cuanto toca, pues es como un veneno que poco a poco te intoxica sin darte cuenta, comprometiendo al final todo cuanto eres. Lo contrario, es la integridad, el mundo te exige la visibilidad de los compromisos, la claridad de los motivos y la transparencia de tus acciones. Es el ejercicio de la decencia y la honorabilidad de cada ser humano que es capaz de asumir sus responsabilidades con el corazón y su conciencia.

El camino de la integridad, es pedregoso, exigente y algunas veces (por no decir siempre) doloroso. Significa anteponer todo lo que somos, nuestros sueños, nuestro prestigio y nuestro honor para dar cuenta de nuestra promesa, los esfuerzos y responsabilidad para hacer que las cosas pasen, para movilizar el bien general sobre el bien particular, para ir en contra de “es que todos lo hacen” y permitir el espacio de la justicia y la verdad, como fundamentos de nuestro actuar: no empeñar nuestro criterio, para devolver un favor cuando corresponda.

Si tenemos en nuestro radar estos tres principios a diario, la vida se vuelve menos complicada (en términos trascendentes), pero más peligrosa en el contexto real, pues serás objeto de confrontaciones y sugerencias que te inviten a ser laxo y abierto, que la sociedad ha cambiado y que estas un poco tenso. La vida ligera, donde todos somos cómplices de las dobles agendas y posiciones “empeñadas” es generosa en recompensas y tranquilidad material, pero aquella fundada en la integridad personal y conexión espiritual es abundante en recompensas invisibles y paz interior, muchas veces con rosas y abrojos materiales, pues al final, de ¿qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?

El Editor

Referencia

Drummond, N. (2015) El poder de tres. Descubrir lo que realmente importa en la vida. Bilbao, España: Mensajero.

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