sábado, 28 de febrero de 2015

Imaginarios implantados

Anota el jesuita Benjamín González: “Cada imagen que recibimos se edita dentro de un guión que responde a intereses ajenos, y se engasta dentro de proyectos diferentes, de fuerzas que luchan entre sí por el control político, por una parcela más grande de mercado o por un puesto protagónico de estrella brillando en el universo negro de la noche ciudadana”, esta expresión refleja muy bien el poder de la publicidad y los medios para configurar imaginarios que se vuelven referentes para las personas.

Parecen inofensivos y hasta normales los comerciales, las fotos, los videos o juegos informáticos en el contexto de una sociedad digital y con información instantánea. Sin embargo, al igual que las “apps” de los móviles inteligentes, que de manera silenciosa, esconden en sus funcionalidades acciones que son abiertamente violatorias de los derechos de la persona, los comerciales cuentan una agenda particular que quieren instalar en nuestro imaginario colectivo.

No hace mucho tiempo se revelaban los mensajes subliminales que tenían las pautas comerciales con fines abiertamente lucrativos, los cuales motivaban de manera subconsciente el gusto por algún producto o servicio. Si bien estas prácticas, posiblemente se siguen usando, ahora con un mundo interconectado y de alto contenido multimedial, la expansión de los mensajes y agendas comerciales en nuestros colectivos se hace cada vez más evidente.

En este sentido, como anota el sacerdote jesuita, nuestra experiencia con la realidad es muy distinta, pues nuestros sentidos posiblemente se han venido sensibilizando frente a significados e imaginarios implantados, los cuales nos limitan para alcanzar lo que en realidad sucede. Es como una capa envolvente que nos entorpece apreciar y comentar con claridad, como quiera que nuestro discurso se ha moldeado y resulta complicado saber quiénes somos y a dónde querríamos llegar.

En este contexto, el desafío consiste en proyectar nuestra imagen auténtica de quienes somos, encarnar nuestra propia realidad con el otro, recuperar la semejanza con nuestro Creador, para reconectarnos con nuestra esencia divina, que es cada momento desdibujada por el afán del mundo moderno, los distractores electrónicos, la conexiones instantáneas y la necesidad de eficiencia que no deja espacio para pensar, analizar y meditar.

Comprender que somos verdaderas imágenes de nuestro DIOS (cualquiera sea la idea que tengas de él), nos demanda ver, el observador que somos, para advertir las estrategias de mercadeo y mensajes implantados que nos desvían de nuestro camino y descubrimiento de nuestro potencial. Los medios están y estarán allí, como quiera que hacen parte de la dinámica de los negocios actuales, sin embargo debemos tomar la distancia necesaria para que reconocerlos y limitar su acción en nosotros hasta donde sea posible.

Así las cosas, debemos entrenar nuestra mirada, para entrar en sintonía con el otro, con ojos limpios que no desfiguren nuestra imagen, ni la del otro, para reconocer allí el significado de una declaración impresa en nuestro espíritu, que se renueva momento a momento cada vez que levantamos nuestros ojos al cielo y sentimos la mirada tierna de aquel que nos ama sin límites y sin agendas ocultas.

Referencia

González, B.  (2006) “Ver o perecer”. Mística de los ojos abiertos. Polígono de Rao, Cantabria. España: Sal Terrae.

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