domingo, 9 de marzo de 2014

Genoma Espiritual



Muchas preguntas y reflexiones se han escrito alrededor de las personas exitosas, de aquellos seres que en cada reto que se proponen, logran alcanzar sus objetivos. Cuando se analizan estos individuos se encuentran elementos comunes en ellos como son entre otros: persistencia, dedicación, entrega, foco, humildad y determinación para hacer que las cosas pasen.

Si bien todo lo anterior establece un conjunto de características clave, la esencia de los mismos se esconde en la base espiritual que llevan dentro de sí, en la sintonía con el ser trascendente en el cual creen, en su oración o meditación diaria que los nutre de las fuerzas universales y en su permanente deseo de abandono de las cosas humanas. Renuncian a las victorias temporales y se concentran en el vencimiento de sus comodidades presentes, para alcanzar sus sueños futuros.

Esta composición espiritual surge de la construcción personal de cada ser, que busca en la sintonía con las verdades universales, fuentes de sabiduría y conocimiento para explorar nuevas formas de nutrirse y reinventarse para permanecer vigentes en el ejercicio de su encuentro con la divinidad. Saben que son invitados permanentes de la gracia y que sus bondades están a su disposición, cuando se mantienen lejos de su ego y cerca de sus miserias.

Los santos, los monjes, los yogui y cualquier otro modelo de espiritualidad, nos muestra que el ADN espiritual es la base de la evolución del ser humano para alcanzar la mayor sintonía con lo eterno, dejando su interacción con el mundo, como un capítulo pasajero de su historia, donde descubre sus potenciales y capacidades como requisito para lanzarse fuera de sí para encontrarse con su DIOS.

La espiritualidad humana es la que alimenta la cotidianidad personal, es la que anima y define la forma como el ser humano se enfrenta a los retos del mundo. Es la matriz de las actuaciones y reacciones humanas, toda vez que desde esa estructura espiritual se registra la interrelación entre cuerpo, alma y espíritu que permite al individuo reconocer sus más profundas emociones y deseos.

Los triunfadores en la vida, entienden que los retos o contratiempos guardan dentro de sí la semilla del logro, del desarrollo personal, esas lecciones que les hacen falta para entrar en el siguiente nivel de evolución. En este sentido, la espiritualidad es la savia que motiva una actitud diferente frente a la vicisitud; una que piensa con flexibilidad, estimula la creatividad y potencia nuestro carácter.

Una vida centrada en la espiritualidad, en el descubrimiento del genoma espiritual humano, nos motiva a la santidad, entendida ésta como el ejercicio pleno de nuestra vocación en el mundo, que nos lleva al “nirvana” de nuestro desarrollo humano y a nuestro encuentro con DIOS. Recuerda que no hemos venido a ser observadores de lo que ocurre en el mundo, sino sus protagonistas, una lección de vida que no termina con tu compromiso para “saber más”, sino que continúa con tu fidelidad para “ser más”.

El Editor  

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