domingo, 20 de enero de 2013

Bueno, nuevo y abundante



Bueno, Nuevo y Abundante tres palabras que deberían ser nuestra forma de manifestarnos con el mundo, tres palabras que hablan de lo que hay en nuestro corazón, de lo que nuestras vida debe expresar. Hablar de bueno, nuevo y abundante es hablar de la forma como nuestro Creador nos trata, de la forma como un padre generoso se relaciona con sus hijos.

Lo bueno es todo aquello que nos permite encontrarnos con la divinidad, con lo santo, todas aquellas cosas, acciones o personas que han descubierto la forma de vencerse a sí mismas para trascender de lo puramente material y perecedero, a lo espiritual e no perecedero. Todo aquello que es bueno, no es envidioso, ni mentiroso, es auténtico y vibra con la verdad, esa que se encuentra en el corazón de los hombres desde el inicio del mundo.

Lo nuevo nos habla de renovación, de innovación, de la reinvención de lo que somos, de la transformación del hombre viejo en el hombre nuevo, de la nueva oportunidad que nos damos a nosotros mismos para superar nuestras propias metas. Lo nuevo no es aquello que se saca por primera vez de su empaque, es la manera como mudamos la piel de las cosas pasadas y cortamos las caparazones de la envidia, la codicia y la pereza, para exhibir las fuerza que nos da la fe, la esperanza y el amor.

Aquello que es abundante, es generoso, es desbordante, es donación a manos llenas, es la forma como se manifiesta la gracia para aquellos que practican lo bueno. La abundancia del corazón, es la manera cómo podemos recibir la abundancia de la fe, la abundancia del amor y la abundancia de la caridad. Una vida en abundancia es una vida en la presencia de los que se renuevan a sí mismos y superan sus propias limitaciones.

Así las cosas, el trinomio de bueno, nuevo y abundante es una declaración que hacemos frente a la divinidad, para invocar en nuestras vidas, la esencia de la transformación humana, la conquista de nuestras iniquidades y la renovación de nuestro votos de perfección en medio de un mundo imperfecto y lleno de inclinaciones terrenales. Lanzarnos a encontrarnos con la esencia de DIOS, es aventurarnos a desarrollar un modelo de negocios donde los activos son nuestros talentos y los ingresos nuestras obras.

No podemos pasarnos la vida pensando de manera reducida, agotada y no santa, pues corremos el riesgo de convertirnos en aquello que no queremos, en aquello para lo que no fuimos creados, en los esclavos de la creación. Por tanto, el llamado en los tiempos modernos es arriesgarnos a conocer aquello que nos lleva a la virtud, a reconocer en la luz de la fe, el camino que nos renueva y nos permite entrar en la abundancia de los hijos de DIOS.

Busca en tu interior y encuentra la sintonía con la frecuencia divina, esa misma que en la bodas de Canaán transformó el agua en vino, hizo la voluntad de su Madre y se entrega cada día para tu y yo seamos vida para los demás. Un encuentro real de lo invisible, que se manifiesta en cada mirada, cada sonrisa y cada palabra para que sea el otro diferente que vive fuera de sí y pleno para DIOS. 

El Editor

1 comentario:

  1. Cada día recibimos de parte de nuestro Ser Supremo la abundancia de la vida. Cada día, Dios nos da un nuevo día, nos regala en su inmensa sabiduría, un nuevo amanecer, nuevas riquezas, para que, obrando a través de su misericordia, regalemos a los demás pate de la divinidad de la que hemos sido objeto. Por ello, el trinomio que nos brinda Nuestro Señor cada amanecer, cada anochecer, cada instante de nuestras vidas, debemos ofrecerlo de manera que podamos compartir con los demás, ese nuevo ser que es generado cada vez que respiramos y que es dado en abundancia por el Ser Supremo.

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